Desde mi infancia la escultura de Laocoonte, fue motivo de atracción para mí, colocada su imagen en un viejo texto de mitología griega, el cual descubrí en casa de mis abuelos, quizá olvidado allí por algunas de mis tías maternas, la expresión del rostro de Laocoonte y de sus 2 hijos: Antifante y Timbeo, luchando desesperada y férreamente contra las serpientes marinas enviadas por el dios Apolo, para cumplir su mandato de muerte; estuvo siempre presente en las vacaciones escolares de varios años, en el sur de mi país. Durante muchos años, considere que era propia del Renacimiento o del Manierismo, pues hasta antes de la visita a los museos vaticanos , no reparaba en el hecho que era una obra de arteantiguo , en mi mente (no sé por qué) la asociaba con las obras de Bernini en mármol de Carrara o de Agostino Fasolato, sin caer en cuenta que antecedía por mucho, en el tiempo, tanto al “Rapto de Proserpina” como a “La caída de los ángeles Rebeldes”. Pues su elaboración se data en
Visitar Roma y Ciudad del Vaticano, sin realizar un recorrido por sus lugares de interes, es dejar incompleta la visita. Plaza di Fiori, Trasteveres, Fontana de Trevi o sus emblematicos museos, es perdernos la cultura de occidente . y mas aun, es faltar a la belleza artistica que nutre el alma de toda persona.
El diseño del recorrido del museo Pío Clementino, tiene un cierto deje de iluminismo, comienza entre el bullicio de la gente, desciende hacia la Capilla Sixtina; pero no es el hecho de donde comienza o a donde llega; lo que ha llamado poderosamente la atención, sino mas bien el hecho que al iniciar el recorrido, uno parte por el concepto de vida y muerte de los etruscos/egipcios pasa a la romanización de estos conceptos, para luego dar paso a una vision de la sociedad romana y su cristianización, se avanza por siglos de vida media y luego comienza un nuevo descenso que avanza por obras liturgicas rememorando la pasion del cristiano para luego adentrarse en un ultimo descenso que se combina con arte moderno, arte contemporaneo, cubismo, y posteriormente el recorrido, asciende ligeramente hacia un pasaje de porticosde la humanidad. Porticos y paredes blancas, ya no hay frisos, ni pesadas obras enmarcadas, tampoco hay liturgia, ni nada pontificial o sacro; es la humanidad en todas sus
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