Berlín Occidental. 09 de noviembre del 1989. Hora de cenar. A mis 19 años de edad, me encuentro en una ciudad en que se respira crisis, todo en ella tiende al caos, de paredes grises y colores sólidos, reminiscencias quizá, de la Segunda Guerra Mundial. ¿A qué me refiero con esto? Pues bien, Alemania luego de ser derrotada en la Segunda Guerra Mundial fue dividida por los aliados. Atraviesa la ciudad, el tétrico Muro de Berlín. Más temprano hice un recorrido por las calles aledañas a él, lo inicié frente la embajada norteamericana por la puerta de Brandeburgo y giré sobre mi izquierda, dirigiéndome por detrás del Hotel Waldorf, sobre la calle al costado que se dirige a la Universidad Humboldt y la catedral de Berlín. A medida me alejaba del Muro, la ciudad surge más y más enardecida, proclamas por las calles, la juventud viste en ropa gruesa y no es por el frío, sino por la resistencia, andan con mochilas, gorros, abrigos, burros, pantalones de azul u otra tela resistente y en